Hasta que la muerte nos separe [EDIT]

Cuando tenía diecisiete años conocí a Ángel. Yo acababa de entrar en la universidad y él, tres años mayor que yo, estaba en la carrera de economía, preparándose para ser heredero del hotel de su padre. No recuerdo bien dónde ni cómo le conocí. El estado en el que estoy ahora me impide acordarme de detalles.
De lo que sí me acuerdo era de cómo fue nuestro primer beso, con el que empezamos a salir juntos. Un beso, lento, muy lento. Él me agarraba por la espalda y me atraía hacia sí, mientras que yo me dejaba entregar, con las lágrimas bañando mi cara, tal vez por la emoción, tal vez por la sorpresa, de tanto no me puedo acordar. Ahora que lo veo fríamente puede que ese beso sea el resumen de mi relación con él.
Apenas año y medio de relación le bastó para pedirme matrimonio, con el anillo más hermoso –y, seguramente, caro- que hubiera visto en mi vida. Y, claro, yo estando locamente enamorada de él, acepté.
Celebramos nuestra boda por todo lo alto, en uno de los lujosos hoteles de su padre, que en un futuro iban a ser de Ángel. Ése día fui muy feliz, porque ése día confirmaba que íbamos a estar juntos hasta que la muerte nos separe.
Qué ironía. Hasta que la muerte nos separe.
Recuerdo la primera vez. La primera vez que me pegó. Había suspendido tres exámenes seguidos, algo tremendamente excepcional en un alumno brillante como él. Su rabia lo pagó con lo que tenía más a mano. Qué mala suerte que fuera yo.
Pero yo hice como si nada hubiese pasado.
En otra ocasión también me pegó. Si no recuerdo mal, fue porque suspendió una asignatura por primera vez en su vida. “Claro, ha sido culpa mía –pensé- Ángel me dedicaba demasiado tiempo”.
Pero eso pasaba una vez.
Y otra.
Y otra…
Y cada vez que pasaba esto, tapaba mi miedo con una máscara de felicidad al igual que tapaba mis moratones con una máscara de maquillaje.
Pero luego pasó lo peor.
Le habían quitado la herencia para dársela a su hermano pequeño, aún más brillante que él.
No quiero dar detalles de esa pelea. Heriría demasiado vuestra sensibilidad, tengáis la edad que tengáis.
Sólo puedo decir que ésa pelea terminó en el momento de mi muerte. En el momento en que dejé de ser de carne y hueso para ser algo transparente e invisible como el aire.
En el momento que vi mi propio cadáver fue cuando se me pasó por la cabeza que me estuvo maltratando, que no me merecía eso.
Pero se me quitó esa idea cuando le vi llorando como una magdalena en mi entierro. No se me pasó por la cabeza que lo que estaba haciendo era puto teatro.
Ángel no terminó en la cárcel. Tenía un ejército de abogados demasiado bien pagados. Después sólo tuvo que pagar algunos miles de euros.
Y, un par de años después, se casó con otra mujer. Me alegré por él. Mucho.
De vez en cuando me pasaba por la que hacía años era mi casa. Ahora era la de ellos dos.
Y hasta que no vi como pegaba a ésa chica no abrí los ojos.
Y no fue una, ni dos. Muchas más.
Ahora me di cuenta de todo.
Pero ella fue más lista que yo, y, un día, mientras él estaba trabajando, hizo la maleta a toda prisa, robó gran parte del dinero y se fue a toda prisa de casa, dejando su anillo en el suelo.
Una vez hizo eso, yo miré mi mano, donde seguía el anillo. Me lo arranqué del dedo, lo lancé contra el suelo y desaparecí, a sabiendas de que ya podía descansar en paz.



Relato que entra en una especie de... ¿Concurso? de mi instituto. El relato que más guste será leido el día de la violencia de género (el día 25)
Éste es el que yo presento.

Muchos vasos~

EDIT: Al final he ganado, el mío es el elegido.
Eso si, en una nueva versión (este está mal escrito u_uU)